miércoles, 23 de febrero de 2011

Lectura

Hola a todos,

Me gustaría que el Blog del Comité fuera un espacio también relacionado con la lucha sindical y un vehículo para información y cultura sindical.

Os traigo unos fragmentos del libro "Memórias de un revolucionario" de P. A. Kropotkin, revolucionario y teórico del anarquismo (Moscú, 1842-Dmitrov, 1921), que nació en una familia aristocráta y fue destinado a la carrera militar. Adopta ideas anarquistas frente a las injusticias sociales de su época, por creer posible un mundo con mejor distribución de educación y riqueza para todos. Espero que os guste, porque destaca la importancia de los sindicatos en España y en Cataluña ya en aquél entonces.Luciana de Oliveira

[…]En España se extendían por Cataluña, Valencia y Andalucía organizaciones similares, a las que apoyaban los poderosos sindicatos de Barcelona, que ya habían introducido la jornada de ocho horas en los convenios de la construcción. No bajaban de ochenta mil los miembros de la Internacional que cotizaban en el país, agrupando al elemento activo y pensante de la población que, al negarse a tomar parte en las intrigas políticas de los años 1871 – 72, había conquistado las simpatías de las masas. Las reuniones de sus congresos provinciales y nacionales y los manifiestos que promulgaron fueron modelos de una crítica lógica a la par que severa de las condiciones existentes, así como exposiciones admirablemente lúcidas de los ideales del proletariado. […]

[…] Otra de las cosas que me impresionó profundamente fue la influencia que ejerció la Internacional en la formación de los caracteres. La mayor parte de los internacionalistas parisinos eran prácticamente abstemios y todos habían renunciado al tabaco. ¿Por qué he de cultivar en mí mismo esa debilidad?, se preguntaban. Lo insignificante, lo trivial desaparecía para hacer sitio a las más altas y trascendentes aspiraciones. […]

[…] Hablando por experiencia propia, me tomo la libertad de observar que los jefes radicales de la clase media hubiesen dudado en caso de tener que entrar en acción, mientras que los trabajadores habrían aprovechado la primera oportunidad para llevar a cabo un levantamiento que, empezando con la defensa de la República, podía haber ido algo más allá en la línea socialista.
Lo mismo pasó en España; tan pronto como el clero y los aristócratas de entorno del rey le empujaron a que apretara las clavijas de la reacción, los republicanos le amenazaron con un movimiento en el cual se sabía perfectamente que los trabajadores serían los verdaderos luchadores. Sólo en Cataluña había más de cien mil hombres en sindicatos bien organizados y más de ochenta mil españoles se habían unido a la Internacional, se reunían con regularidad y pagaban sus cuotas a la Asociación, con un sentido del deber verdaderamente español. Puedo hablar de estas agrupaciones porque las conocí personalmente sobre el terreno y sí que estaban preparadas para proclamar los Estados Unidos de España, dar independencia a las colonias y, en algunas de las regiones más avanzadas, dar pasos firmes hacía el colectivismo. Esta amenaza permanente fue la que impidió que la monarquía española suprimiera todas las organizaciones obreras y campesinas y comenzase una auténtica reacción anticlerical. […]

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